¡Vieja el último! Se gritan los niños cuando se retan a las carreras, “Eres un indio” parece ser un insulto comúnmente aceptado. Es así como la discriminación en México comienza, desde las expresiones cotidianas, los chistes y burlas; pasa por los hogares, escuelas, hospitales, oficinas y cárceles; afecta a la libertad de expresión y dificulta la paz social.
El riesgo a ser discriminados está desde la simple apariencia, la vestimenta, las costumbres, se agrava con la homosexualidad, la discapacidad y por supuesto la pobreza.
Estamos frente a la discriminación cuando los mejores empleos del país excluyen a las mujeres y a los jóvenes; cuando cuatro de cada 10 indígenas mexicanos no tienen acceso al sistema de salud y la mayoría sufre de desnutrición; cuando 9 de cada 10 trabajadoras del hogar no cuentan con ninguna prestación formal; cuando 7 millones de personas no poseen acta de nacimiento, cuando ocho de cada 10 mexicanos no tienen acceso al sistema bancario tradicional y cuando las cárceles están llenas de personas de escasos recursos y bajos niveles de educación.
Nuestra sociedad coloca de un lado a las mujeres y del otro a los hombres, confronta a los “güeros” con los “morenos”, a los heterosexuales contra los homosexuales, a católicos contra protestantes; divide a partir de la clase social, el lugar de nacimiento, el color de la piel y una larga lista de condiciones más.
La discriminación en México no es una cuestión de mayorías contra minorías, no se va a acabar haciendo leyes o campañas que protejan a unos y desprotejan a otros.
La discriminación en México se va a acabar cuando tu y cuando yo desde nuestra trinchera hagamos algo por acabar con la ignorancia y fomentemos en nuestros niños la tolerancia, quizá sigamos contando el chiste de la suegra, pero por favor dejemos ya de festejar la burla. Por tus hijos y por los míos empecemos hoy.
Que tengan una semana llena de preguntas tolerantes.
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